domingo, 16 de noviembre de 2014

Inmortalidad

  La muerte es una de las cosas que el humano más ha despreciado en la historia, porque parece quitarle el sentido a todo lo que se puede llegar a ser y hacer en la vida; es decir, nada evita que al final todos terminemos de la misma manera, nada nos salvará de la desaparición. No importa si ayudaste a liberar una nación como Gandhi, si vendiste millones de discos como Michael Jackson, si tus obras se siguen leyendo milenios después como las de los trágicos griegos, o si encontraste a la persona que más te maravillaba en este mundo y formaste la familia ideal, terminarás igual que cada humano y ser de este universo…
  Entonces, ¿para qué hacer todo lo que hacemos? ¿para qué esforzarnos tanto si no hay una aparente salida alternativa, sólo la muerte? Generalmente el humano busca una manera de que al menos su nombre trascienda la vida de su cuerpo, y perdure más allá de la muerte física. Es una manera simbólica de alcanzar la inmortalidad que al parecer da a la vida más sentido. Muchos humanos alcanzan esa inmortalidad dejando huellas en el mundo, ya sea en obras de arte, de ciencia, de afecto en otras personas, de logros históricos, de decenas de otras maneras. Pero lo que hace la mayoría no es lo que hacemos todos, y en algún momento debemos preguntarnos: Yo, ¿cuándo me siento inmortal? ¿cómo me siento inmortal? (si es que realmente nos interesa, claro).
  En mi caso, no sé si sea porque soy un perezoso, pero no me interesa dejar este mundo lleno de huellas mías, o una sola huella de tamaño enorme; es más, me gusta pasar desapercibido, suelo estar más cómodo en la oscuridad, suelo sentirme feliz no cuando sobresalgo, sino cuando me siento parte del mundo, cuando soy sólo una pluma más en el cuerpo del ave que despliega su hermoso vuelo en el cielo: si me caigo, el ave ni lo notará, podrá continuar volando, pero igualmente habrá perdido algo, y no será la misma. Por ello, esa inmortalidad que gran parte de los humanos buscamos, no la encuentro en el hecho de que recuerden mi nombre o mi rostro o mis acciones; yo me siento inmortal cuando estoy con personas que me hacen sentirme así, o cuando estoy en lugares que me hacen sentir así, o cuando hago algo que me hace sentir así. Me siento inmortal en esos momentos en que el tiempo no importa, porque deja de existir, y en un mundo sin tiempo, todo es inmortal. Me siento inmortal cuando estoy con mis amigos, con las personas que amo; me siento inmortal cuando estoy recostado en el suelo viendo el cielo, ya sea celeste o estrellado, y el viento recorre mi piel; me siento inmortal cuando canto una canción, o cuando me la cantan. Cuando me sumerjo en el mundo aparte que crean esas cosas, soy inmortal, y libre. No necesito que me recuerden, necesito recordar, darme cuenta del lugar al que pertenezco.