domingo, 5 de agosto de 2012

 Ella iba en mis brazos como lo que en realidad era, una niña pequeña e indefensa. Caminábamos por el medio del pueblo y la gente nos miraba. Eso me encantaba, porque entonces ella se reía, y no miento ni exagero al decir que tenía la sonrisa más hermosa que había visto en el mundo.

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