martes, 29 de noviembre de 2011

Los 50 Atardeceres del 17 de Septiembre

El Sol descendía rápidamente y permitía que el cielo se descolore en un tono rojizo mientras yo regresaba de mi trabajo, pedaleando sobre mi bicicleta.
Me gustaba mi trabajo (entregar pedidos de una florería) y el atardecer era hermoso, pero no podía sonreír. Estaba pensando demasiado en ella y en lo egoísta que era yo al entristecerme mientras imaginaba toda su felicidad al caminar de la mano con él.
Me detuve en aquella parte del camino que bordea al río, y me bajé de la bicicleta para contemplar en paz al ocaso. Me gusta observarlo porque el cielo expresa algo único durante él, y puedo ver fijamente al Sol sin tener que cerrar mis ojos.
Entonces, además del canto de los gorriones ya somnolientos en los árboles al otro lado del camino, escuché unos sonidos extraños, como sollozos. Giré hacia todos los puntos cardinales, pero no alcancé a ver a nadie ni a nada que pudiera emitir aquellos ruidos. Sin embargo, logré discernir de dónde venía el ruido, y lo hacía desde abajo, de la orilla del río. Así que comencé a bajar por la pendiente al costado del camino, y supe inmediatamente a quién pertenecía la silueta junto al agua. Aún si hubiera estado a kilómetros, sabría que era la silueta de ella.
Primero me sorprendí, luego me alegré, y finalmente, cuando me di cuenta de que estaba llorando, me dieron ganas de llorar también. No tuve tiempo de ordenarle nada a mi cuerpo, pero ya estaba corriendo hasta abajo. Me arrodillé en el suelo y puse una de mis manos sobre su espalda mientras le preguntaba:
—¿Estás bien?
Despegó su cabeza del suelo y sus manos de su rostro; luego me miró sorprendida desde abajo. Me produce una sensación extrañamente negativa decirlo, pero, incluso llorando y con sus ojos hinchados, ella era tan hermosa.
No respondió nada, y no creí adecuado continuar preguntando. Sólo le dije que regresaría pronto y volví a subir la pendiente hacia el asfalto. Tomé las dalias que le había comprado a mi jefa para poner en unas masetas de mi casa, y bajé otra vez. Ella había cambiado su posición y estaba sentada con las piernas flexionadas, abrazando sus rodillas, que a la vez sostenían su frente. Antes de que yo pueda decirle “mira”, habló, sin moverse ni mirarme:
—Él es un idiota.
Supuse que se refería a aquel chico con quién salía. Sí, era un idiota, pero yo me mantuve en silencio.
—Teníamos que encontrarnos aquí, pero cuando llegué, se estaba despidiendo con un beso... No, con un gran beso de otra chica… —continuó hablando, pero tuve que adivinar casi toda la frase, porque el llanto le quitaba el aire y no podía entender completamente lo que decía.
Nunca había despreciado tanto a ese tipo como en aquel instante. Pero más grande que mi desprecio era la maraña de nudos en mi garganta por verla sufrir tanto.
—Esta tarde compré esto —volví a hablar una vez que algunos nudos se deshicieron, y ella me miró; luego vio el ramo de flores en mi mano—… las iba a plantar en una masetas de mi apartamento.
—Son hermosas —me dijo dejando descansar un poco a sus ojos de las lágrimas.
—¿Sabes por qué compré estas?
Ella respondió que no, moviendo suavemente la cabeza y sacando una lágrima de su mejilla. Me miraba con una atención tan grande como la que nunca antes me había prestado.
—Porque se llaman Dalias...
Extendí mi brazo hacia abajo con el ramo en mi mano, y ella sonrió tenuemente mientras se frotaba los ojos para secarse de manera definitiva las lágrimas y tomaba las flores con sus delicadas y uniformes manos.
—¿Volvemos? Pronto será demasiado oscuro —le dije.
—Sí, volvamos —respondió ella, y tomando su mano la ayudé a ponerse de pie.
Subimos hasta la gramilla junto al asfalto. Me subí en la bicicleta y ella se sentó en el portaequipaje, de costado, abrazando las flores y contemplando el atardecer. Entonces, volví a pedalear, y a sonreír.

sábado, 19 de noviembre de 2011

La Carretera

 Hay algo fascinante en subir a la carretera. No importa si al final no te espera un emocionante lugar al que nunca has ido, es un mundo de transición entre el lugar que ves todos los días y el resto del mundo.
 Es relajante abrir las ventanillas y sentir el viento durante horas mientras observas cómo va cambiando el paisaje.
 Es gratificante detenerse en una estación de servicio y ver a una considerable cantidad de personas, todas de distintos lugares y con distintos destinos, pero unidas en ese pequeño lugar.
 El viajar libera una suave adrenalina que es única, incomparable con cualquier otra sensación.
 ¡Me encanta viajar!

miércoles, 16 de noviembre de 2011

lunes, 14 de noviembre de 2011

Pequeño Y Encantador Momento

 La noche anterior una tormenta eléctrica fascinante se colgaba en el cielo de mi pueblo, y por suerte la filmé, pero esa es otra historia. La cuestión es que amaneció lloviendo, y con lluvia tuve que ir al colegio.
 Mis padres se habían ofrecido para llevarme en vehículo y que no me mojara, e insistieron, pero yo moría de ganas de caminar bajo la lluvia, y qué suerte que no acepté, porque esperaba algo hermoso (como siempre lo es caminar bajo la lluvia), pero no algo tan maravilloso.
 Avancé cien metros a través del cordón de una vereda (porque la calle estaba inundada, y la vereda llena de barro) sólo para descubrir que también allí estaba inundado, y no podría cruzar. Entonces comencé a regresar para dar una vuelta completa por otra calle y llegar, cuando escuché una voz que me llamaba. Miré hacia atrás, pero no había nadie allí, y la voz volvió a escucharse:
 Por acá dijo entre una pequeña risita.
 Entonces giré a mi derecha y allí estaba la dueña de la voz, al otro lado del canal temporal creado en la calle, con su cabello rubio algo más oscuro de lo que en realidad habrá sido, porque lo llevaba completamente empapado, al igual que su mochila y su ropa.
 ¿No hay clases? me preguntó.
 No sé. Calculo que sí. Yo estoy volviendo porque no se puede cruzar por ahí, está lleno de agua. Voy a dar la vuelta.
 No se puede, para allá también está lleno de agua.
 ¿En serio? Bueno, voy a pasar igual.
 Ella retrocedió hasta su esquina y yo hasta la mía. Luego crucé a la suya porque por esa parte el agua en la calle no era demasiada, y avanzamos a dar la vuelta.
 Estaba caminando junto a una desconocida, pero eso no era lo único emocionante, ¡estaba caminando bajo la lluvia! Y contrariamente a lo que pueda pensar desde el exterior, no estaba nervioso. Para nada nervioso. Y es que ella era tan simpática y amable.
 Finalmente llegamos a la otra esquina, y efectivamente, también estaba repleta de agua.
 Te lo dije me recordó ella riendo.
 Su risa era tan genuina, tan alegre... Ella estaba disfrutando de la misma manera que yo aquella situación. Bueno, tal vez menos, porque su persona desconocida no era tan buena como la mía.
 Voy a tener que sacarme los zapatos dije yo.
 No. ¿En serio?
 Y sí, es la única forma.
 Mientras yo me sacaba el calzado y las medias, ella giraba la cabeza de un lado a otro, en silencio. Seguro estaba buscando alguna otra manera de cruzar. 
 Yo comencé a caminar con los pies desnudos, y ella continuaba ahí.
 Por Dios... Qué vergüenza comentó mientras comenzaba a liberar sus pies también.
 Así, los dos empezamos a caminar descalzos.
 Evitamos esa esquina inundada y continuamos por la vereda, directamente hasta la otra, que era una doble avenida cuya superficie se inunda incluso cuando llueve poco. 
 En esa esquina el agua cubría hasta la vereda, y era algo peligroso porque descendía mucho, así que me arremangué el pantalón del colegio hasta las rodillas, y comencé a bajar muy lentamente, hasta que llegué a la firmeza del asfalto. Luego, me quedé observado maravillado, como un tonto, con una suave sonrisa, la manera en que ella bajaba, apoyando los pies justo en los lugares donde yo lo había hecho.
 Caminamos con creando olas con nuestras rodillas, y llegamos al otro lado. Allí, la subida era igual de alta que en la esquina anterior, y volví a ser el primero en cruzarla. Una vez que estuve firme sobre la vereda, ella parecía más insegura que antes, y tomó mi mano. ¿Qué sentí? Ninguna palabra hermosa como "maravilloso", "fantástico", "utópico", "ensueño" o "mágico" se acerca a cómo me sentí en aquel momento. Ella era tan dulce y suave.
 Sosteniendo mi mano, logró subir, y continuamos avanzando...
 Uno de esos pequeños momentos que se convierten en enormes recuerdos y te roban una sonrisa cada vez que regresan a tu mente, estés donde estés...

sábado, 12 de noviembre de 2011

 La verdad que Dios se merece mis aplausos... ha creado un mundo que yo jamás ni habría imaginado...




¡Gracias!

miércoles, 9 de noviembre de 2011

En mi cama de recuerdos paso el tiempo acostado;
con el insomnio y la soledad, casi me siento acompañado.
Del mundo de los sueños la entrada me han negado
y en el mundo real he quedado atrapado.

martes, 8 de noviembre de 2011

viernes, 4 de noviembre de 2011

MAGIX - She

 Me descargué un programa para crear música electrónica, pero sólo me sirvió 7 días, porque era una versión de prueba. En esos siete días, hice un EP con sus bases.
 Bauticé a mi proyecto musical como "MAGIX", y al EP lo llamé "She". Cuenta con 5 canciones y espero que les guste...

Aquí lo pueden escuchar:

Y aquí lo pueden descargar:

martes, 1 de noviembre de 2011

Quisiera poder tomar una fotografía, hacer un dibujo, una canción, o cualquier cosa que pueda transmitir cómo me siento. Las palabras no sirven para nada en este momento...