lunes, 14 de noviembre de 2011

Pequeño Y Encantador Momento

 La noche anterior una tormenta eléctrica fascinante se colgaba en el cielo de mi pueblo, y por suerte la filmé, pero esa es otra historia. La cuestión es que amaneció lloviendo, y con lluvia tuve que ir al colegio.
 Mis padres se habían ofrecido para llevarme en vehículo y que no me mojara, e insistieron, pero yo moría de ganas de caminar bajo la lluvia, y qué suerte que no acepté, porque esperaba algo hermoso (como siempre lo es caminar bajo la lluvia), pero no algo tan maravilloso.
 Avancé cien metros a través del cordón de una vereda (porque la calle estaba inundada, y la vereda llena de barro) sólo para descubrir que también allí estaba inundado, y no podría cruzar. Entonces comencé a regresar para dar una vuelta completa por otra calle y llegar, cuando escuché una voz que me llamaba. Miré hacia atrás, pero no había nadie allí, y la voz volvió a escucharse:
 Por acá dijo entre una pequeña risita.
 Entonces giré a mi derecha y allí estaba la dueña de la voz, al otro lado del canal temporal creado en la calle, con su cabello rubio algo más oscuro de lo que en realidad habrá sido, porque lo llevaba completamente empapado, al igual que su mochila y su ropa.
 ¿No hay clases? me preguntó.
 No sé. Calculo que sí. Yo estoy volviendo porque no se puede cruzar por ahí, está lleno de agua. Voy a dar la vuelta.
 No se puede, para allá también está lleno de agua.
 ¿En serio? Bueno, voy a pasar igual.
 Ella retrocedió hasta su esquina y yo hasta la mía. Luego crucé a la suya porque por esa parte el agua en la calle no era demasiada, y avanzamos a dar la vuelta.
 Estaba caminando junto a una desconocida, pero eso no era lo único emocionante, ¡estaba caminando bajo la lluvia! Y contrariamente a lo que pueda pensar desde el exterior, no estaba nervioso. Para nada nervioso. Y es que ella era tan simpática y amable.
 Finalmente llegamos a la otra esquina, y efectivamente, también estaba repleta de agua.
 Te lo dije me recordó ella riendo.
 Su risa era tan genuina, tan alegre... Ella estaba disfrutando de la misma manera que yo aquella situación. Bueno, tal vez menos, porque su persona desconocida no era tan buena como la mía.
 Voy a tener que sacarme los zapatos dije yo.
 No. ¿En serio?
 Y sí, es la única forma.
 Mientras yo me sacaba el calzado y las medias, ella giraba la cabeza de un lado a otro, en silencio. Seguro estaba buscando alguna otra manera de cruzar. 
 Yo comencé a caminar con los pies desnudos, y ella continuaba ahí.
 Por Dios... Qué vergüenza comentó mientras comenzaba a liberar sus pies también.
 Así, los dos empezamos a caminar descalzos.
 Evitamos esa esquina inundada y continuamos por la vereda, directamente hasta la otra, que era una doble avenida cuya superficie se inunda incluso cuando llueve poco. 
 En esa esquina el agua cubría hasta la vereda, y era algo peligroso porque descendía mucho, así que me arremangué el pantalón del colegio hasta las rodillas, y comencé a bajar muy lentamente, hasta que llegué a la firmeza del asfalto. Luego, me quedé observado maravillado, como un tonto, con una suave sonrisa, la manera en que ella bajaba, apoyando los pies justo en los lugares donde yo lo había hecho.
 Caminamos con creando olas con nuestras rodillas, y llegamos al otro lado. Allí, la subida era igual de alta que en la esquina anterior, y volví a ser el primero en cruzarla. Una vez que estuve firme sobre la vereda, ella parecía más insegura que antes, y tomó mi mano. ¿Qué sentí? Ninguna palabra hermosa como "maravilloso", "fantástico", "utópico", "ensueño" o "mágico" se acerca a cómo me sentí en aquel momento. Ella era tan dulce y suave.
 Sosteniendo mi mano, logró subir, y continuamos avanzando...
 Uno de esos pequeños momentos que se convierten en enormes recuerdos y te roban una sonrisa cada vez que regresan a tu mente, estés donde estés...

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