miércoles, 28 de septiembre de 2011

La Niña De Las Coletas

Ese día había comido unos deliciosos tallarines con salsa y queso rallado en casa de mis abuelos. Cuando terminé de disfrutar el almuerzo, salí por el pueblo a disfrutar de la soleada, cálida, brillante y tranquila siesta de pueblo.
Caminé sintiendo cómo el Sol caía sobre mi cabello, y llegué a la pequeña plaza que tanto me gustaba. No había nada que hacer ahí, pero tenía unos canteros de ladrillos húmedos que parecían traídos de otro mundo más maravilloso. En él vivían unas flores rojas y amarillas cuyos nombres desconozco. Al soplar el viento, las coloridas plantas flameaban como las olas del agua y algunos de sus pétalos alcanzaban la libertad y adornaban el suelo unos metros más adelante. El Sol las enfrentaba sin ninguna clase de pena y las hacía brillar con la misma intensidad que a sus compañeras de los cielos, las nubes.
Yo me sentaba a verlas horas enteras…
Pero esa vez, algo impregnó con aún más destellos que el cielo y las flores, una cabellera clara que se compartía en dos coletas con una delgada punta y suaves curvas tan delicadas como las flores que contemplaba. Bajé la vista y era una pequeña niña de mirada inocente y soñadora, con la mueca de una sonrisa y un vestido rosado que terminaba justo antes de llegar a sus rodillas, con unos gatitos estampados en él. Y en los pies, unas sandalias de un rosa mucho más claro que podría ser confundido con blanco. Sus dos manos se ocultaban tras su espalda y yo la observaba ofuscado.
No dijo nada, sólo enseñó sus manos varios parpadeos después. En ellas sostenía un diente de león. Entonces no me di cuenta, pero el viento no  podía destruirlo pese a lograr arrebatarle pétalos a las flores. Me lo mostró con sus brazos extendidos. Bajó el izquierdo y flexionó el derecho para acercar la asterácea a sus labios y soplar. El viento que soltó desde sus pulmones sí logró deshacerlo y fragmentarlo en decenas de cipselas resplandecientes, que como si fueran los cabellos de un ángel, se elevaron al cielo sin la intención de regresar.
No sé quién era esa niña… ¿Es seguro que no recuerdas nada? Yo aún tengo la esperanza de que hayas sido tú…

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