viernes, 29 de julio de 2011

Tyktzkyonwxzaz

   Miraba las estrellas con los brazos cruzados detrás de mi cabeza, recostado en el césped del patio de mi casa, y por supuesto, con una gran sonrisa en el rostro. Jamás habría cruzado por mi imaginativa mente lo que estaba a punto de suceder. Una estrella (o al menos eso creí que era) iba a aumentando su tamaño, como si estuviera acercándose a la Tierra. No sentí miedo, pero sí fruncí el ceño, y pensé que seguramente era la consecuencia de desvelarme hasta las cinco de la mañana cuando suelo estar en cama a las veintitrés. Pero el aumento insistía, y me senté y estiré el cuello para acercarme aunque sea unos centímetros más.
   Finalmente, se acercó tanto que distinguí lo que era. Me da un poco de vergüenza decirlo, pero… pero era… era… una… era una… nave espacial. Tenía la forma de un reloj de arena y era de un color celeste muy claro, repleto de diminutos círculos grises. Giraba y giraba verticalmente a una velocidad increíble, y mis ojos estaban a punto de rebalsar de mis párpados.
   Mientras más se acercaba a la superficie, más lento giraba y menos viento me lanzaba a mí y a mi alrededor. ¿Acaso fui el único que vio esa enorme máquina?
   Con un ruido grave, se estacionó en el techo de mi casa, y a penas le alcanzó el lugar para hacerlo. No entiendo cómo no la derrumbó. En ese momento, recuerdo que estaba de pie, pero no sé si tenía miedo, ganas de escapar, adrenalina, una incontenible emoción o qué… sólo me quedé paralizado, con la mente en blanco.
   De la parte superior de la nave, salió algo, o alguien. Tenía la forma de una estrella de mar y de alto medía lo mismo que un humano promedio. Parecía tener unos ojos en cada extremo lateral, y bajó hacia mí de un simple salto. La tierra tembló y sus “pies” hicieron unos moderados cráteres en el suelo al caer. Mis perros ladraban sin acercarse demasiado y yo continuaba petrificado, con las ropas y el cabello ya empapados de sudor.
   No vi nada parecido a unos labios que se abrieran ni supe distinguir de qué parte de su cuerpo venía el sonido, pero dijo algo, algo parecido a:
   — Tyktzkyonwxzaz.
  No hubiese podido responder aunque quisiera. Después de eso, comenzó a caminar, creando más pequeños cráteres circulares. Parece que era en verdad muy pesado. Yo continuaba con mis globos oculares a punto de saltar de entre mis párpados, y mis pupilas seguían con suma atención cada uno de los movimientos de aquel ser, que parecía estar explorando mi patio, aunque mi mente no registraba ni razonaba nada entonces.
   Los perros retrocedían y escondían sus colas entre las piernas traseras cuando se les acercaba, pero en ningún momento dejaban de ladrarle. El sudor ya había creado todo un charco a mi alrededor para ese momento. Volteó hacia mí, y a unos doce metros de distancia, movió uno de los que supongo eran sus brazos, como despidiéndose al típico estilo humano. Yo intenté levantar mi mano, pero gasté tanta energía sudando y temblando que a unos centímetros volvió a pegarse a mi cuerpo. Él, o ella, o lo que fuese, saltó otra vez a su nave, y entonces la máquina se marchó de la misma forma en que llegó, hasta difuminarse en el oscuro espacio entre las estrellas. 

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