miércoles, 27 de julio de 2011

Sé Que Eres Tú...

   La otra noche fui a encontrarme contigo. Para decirlo de una manera más literal, podría decir “Fui a dormir y a soñar”. En ese momento, los grillos dejaron de cantar y los perros de la ciudad imitaron su silenciosa decisión. No había luna y el sistema eléctrico se encontraba dañado momentáneamente. Oscuridad y silencio profundos… todo parecía estar confabulado para que me zambulla rápidamente en el sueño, y así fue.
   Me reencontré bajo un cielo de tonalidades turquesas y nubes de remarcados relieves y color fucsia. Y entre una refrescante brisa y los adornos de una fiesta en la que soy el único hombre. Pero alrededor no había mujeres comunes, eran todas iguales a ti, dobles perfectos de tu cuerpo. ¿Y sabes qué era lo más extraño? Que todas me miraban con un tierno brillo en los ojos y me llenaban de sonrisas genuinas y sinceras. Aunque fuera un sueño, sabía que todo aquello era imposible. Sólo hay UNA TÚ, y ella es la única que me interesa, la única que puede tenerme en sus brazos cuando el suelo bajo mis pies desaparece, la única que puede llevarme en sus alas cuando el suelo bajo mis pies me aprisiona.
   No sabía si estabas allí, pero comencé a buscarte. Era algo difícil con todas las falsas tú acercándose e intentando llamar mi atención. Dentro del sueño soñaba que alguna de ellas seas tú, pero estaba seguro de que eso era imposible. Y entonces, sentada en una silla de una de las mesas de largos y relucientes manteles blancos, una tú con las piernas cruzadas, una mirada desinteresada y una copa delgada y alta en el extremo de una mano que se dejaba caer, y que tenía su codo apoyado. Movía su pie que colgaba de aquí para allá, y sus ojos eran los únicos que no estaban perdidos en alguna parte de mí.
   Me acerqué y le sonreí. Ella me devolvió una sonrisa tan falsa que podría haberme puesto a llorar en ese preciso instante. Estaba completamente seguro, esa eras tú. La TÚ REAL. Destruiste la sonrisa (que en realidad no era una sonrisa, sino una simple gesticulación) y volviste a mirar el espacio con aquella expresión aburrida.
   Te pregunté si querías tomar algo, y tu respuesta disolvió cualquier duda que haya podido quedar de que no eras tú. “Piérdete”. Esa es la palabra que más veces has pronunciado para mí, y algunas veces me gusta creer que es una sigla, un mensaje secreto cuyas entre líneas hay que leer. Pero ahora que estoy en un sueño, puedo ver la realidad más claramente, y entender de una manera perfecta que no tienes la más mínima intención de volar en el amor conmigo como copiloto.
   Pero ahora no puedo controlarme. Eso sólo aumenta mis ganas de colocarme mi casco y mis guantes y sentarme a tu lado para demostrarte que puedo prevenirte de una manera única las tormentas eléctricas, las presiones atmosféricas, e indicarte dónde aterrizar en un estado de emergencia. Ya no voy a mentir más, seguro que conmigo como copiloto, nos estrellamos a diez kilómetros del despegue, aunque te aseguro que será contra la felicidad…

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